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martes, 29 de marzo de 2016

LOS ‘SUPERALIMENTOS’ DE CHICOTE: POCA CIENCIA, MUCHA TELEVISIÓN

SuperAlimentos-02
La reacción habitual de los nutricionistas cuando oyen hablar de superalimentos es echarse a temblar o a llorar. Es uno de esos términos con una definición muy ambigua, poca ciencia detrás y, por tanto, el caldo de cultivo perfecto para una interminable lista de chorradas sobre las supuestas virtudes casi milagrosas de tal o cual ingrediente.

La mala noticia es que el programa que Antena 3 dedicó ayer al tema de la mano de Alberto Chicote cayó en muchos de estos tópicos. La buena noticia es que podía haber sido peor. Mucho peor. Nos esperábamos un desfile de kale, chia, aguacate y demás superfoods de esos que ilustran las cuentas de Instagram de blogueras de moda y famosillas a dieta.
Así que cuando Chicote prometió dejar a un lado el exotismo y contarnos las propiedades de alimentos habituales de nuestra despensa, respiramos aliviados. Más al saber que se trataba de darle un enfoque científico al asunto, con la ayuda de nutricionistas y alguna que otra prueba.

Pero claro, esto es televisión y Antena 3, y por tanto renunciar al espectáculo no es una opción. Es el precio a pagar a cambio de, supuestamente, conseguir que se hable de un tema interesante en prime time. Así que, si para que alguien recuerde los beneficios de una dieta equilibrada y con sentido común hay que soportar la tontería de la cámara oculta y el cliente insoportable en el taxi, vale, aceptamos el trato.

El problema es cuando el espectáculo y el titular se imponen, y lo de la alimentación acaba relegado a un segundo plano. Porque, claro, explicar que incluir verduras o legumbres en la dieta habitual es el único secreto suena aburrido. En cambio, decir que el aceite de oliva virgen extra ayuda a reducir los michelines, o que el pescado azul es bueno contra el estrés vende mucho más.

Unas cuantas curiosidades -las pasas son buenas para recuperarse del esfuerzo, el brócoli para la vista…-; alguna que otra obviedad -café para evitar el sueño, pasta para la actividad deportiva-; y experimentos un poco pachangueros pero simpáticos que confirmen estas propiedades, y programa listo. En realidad, un clásico en este tipo de formatos, así que posiblemente el problema sea nuestro al sorprendernos.

¿Acaso son mentira esos beneficios de los que se habla? Posiblemente no. Pero ni el enfoque ni el mensaje son los correctos, como bien sabrá cualquiera que haya escuchado lo que dicen los nutricionistas sobre los dichosos superalimentos. Nutricionistas y expertos que, por cierto, ayer comentaban escandalizados en las redes sociales el programa y lo que se presentaba como pruebas científicas.

Y es que, de entrada, no estaría de más recordar que eso de superfood es un concepto demasiado ligado a vende humos (en Estados Unidos está prohibido usarlo desde 2007 para vender productos si no hay detrás una evidencia científica), y que destacar las propiedades aisladas de un alimento es una pésima idea que desvirtúa el mensaje importante: una dieta variada y equilibrada es el único camino hacia la salud.

Es verdad que por suerte la cosa se quedó en antioxidantes y omegas3 por doquier, sin llegar a caer en promesas anti-cáncer y asuntos más peliagudos. Es cierto también que algunos de los expertos consultados en el programa mencionaron esa idea de la dieta y la actividad física, aunque entre tanto experimento y ritmo televisivo en plan El Hormiguero el mensaje quedara más diluido que un timo homeopático.

Pero pese a ello, y las seguramente buenas intenciones de Chicote y los guionistas, el resultado final fue un tanto decepcionante. No ya por recurrir a experimentos con un rigor científico cuestionable, sino sobre todo por la oportunidad perdida de llegar a mucha gente y hablar en condiciones de un tema realmente importante.


jueves, 10 de marzo de 2016

MÉXICO, RICO SIN SEGURIDAD ALIMENTARIA

maíz


México tiene todo para conseguir seguridad y autosuficiencia alimentarias y a pesar de ello más de 7.616.000 mexicanos tienen carencias en este renglón.
Tenemos la tierra, tenemos a uno de cada 20 mexicanos en la producción de alimentos y uno de cada 30 en la producción pesquera. Tenemos más de 10 mil kilómetros de litoral marítimo pero un muy bajo consumo de productos del mar ricos en proteínas.
En el campo hay 5.3 millones de unidades económicas productivas pero sólo 8.7% son altamente competitivas. El 73% son de subsistencia.
México es el séptimo mercado de alimentos en el mundo con un estimado de 903 mil millones de pesos al año pero 18.3% de la población se encuentra en algún grado de carencia alimentaria y 16% está en situación de riesgo alimentario permanente según cifras de la Coneval en 2013.

Tiene que ver, en parte, el asunto del ingreso del mexicano. Datos del Senado señalan que 2.250.000 mexicanos viven con 1.25 dólares diarios y 5.376.000 compatriotas con menos de dos dólares diarios. A raíz de la devaluación de la moneda durante 2015 y lo que va de 2016, son ya menos dólares.
Hoy existen más niños desnutridos que hace 35 años, reconocen documentos de la Comisión de Autosuficiencia Alimentaria del Senado de la República de reciente creación y que encabeza Isidro Pedraza Chávez.
No producimos los alimentos necesarios para satisfacer las necesidades de las familias mexicanas y el nivel de importaciones es permanente: estas compras al exterior sumaron 224 mil millones de dólares entre 2003 y 2013. Isidro Pedraza afirma que en centros de distribución y venta se desperdician 180 mil pesos de alimentos cada año.
Las unidades productivas más modernas dedican su trabajo fundamentalmente hacia la exportación. Vendemos alimentos a 123 países.
Estamos mal organizados y los apoyos se concentran en la agricultura de la exportación y una parte insuficiente van a las unidades económicas más pequeñas.

Según la FAO la seguridad alimentaria se consigue cuando una nación es capaz de producir 75% de los alimentos que demanda su población.
Durante la siguiente semana, si no hay cambio de planes o se presentan contingencias legislativas, en el Senado los legisladores habrán de revisar el dictamen a la Ley de Derecho Alimentaria a fin de poder dejar listo el dictamen que de aprobarse pasará al Pleno.
Es importante este proceso y la ley misma en virtud de que es una parte relevante de una serie de ordenamientos que en conjunto procurarían no sólo conseguir para México la seguridad alimentaria sino también basarla en la autosuficiencia alimentaria.

Es necesario en este contexto aclarar los términos: seguridad alimentaria es aquella que garantiza a la población la disponibilidad y acceso a los alimentos suficientes. Pero los esfuerzos del Senado procura que la seguridad alimentaria no se base en la capacidad financiera para comprar los alimentos necesarios sino en que en México se produzcan, de posible, más alimentos o al menos tantos alimentos como la población demanda.
No parece que haya oposición a esta ley y menos a la inquietud que encierra ya que el asunto de la seguridad alimentaria es de soberanía nacional y en ella están involucradas no sólo las unidades productivas del campo, esencialmente micro y pequeñas empresas al igual que las que procesan alimentos. Ya veremos qué suerte se le dispone a esta importante intención.



domingo, 6 de marzo de 2016

LA FALTA DE SUEÑO DA HAMBRE Y PREFERENCIA POR LA COMIDA POCO SANA

La falta de sueño aumenta los niveles en sangre de una señal química que amplifica el gusto por la comida y, en particular, por los aperitivos dulces o salados con alto contenido en grasa, según un estudio publicado por la revista Sleep. El trabajo, que incide en la relación entre dormir poco y el aumento de peso, fue realizado entre 14 voluntarios jóvenes y sanos, que privados de sueño no pudieron resistirse a galletas, caramelos o patatas fritas, comida a la que los científicos se refieren como aperitivos altamente "gratificantes". Por cada cuatro horas de sueño perdido harían falta unas 70 calorías más Los jóvenes cayeron en la tentación de ese tipo de aperitivos a pesar de que sólo dos horas antes habían ingerido una comida que cubría el 90% de sus necesidades calóricas diarias. El estudio señala que los efectos de la falta de sueño en el apetito eran más poderosos a última hora de la tarde y primera de la noche, momentos en los que picar entre horas se ha vinculado con el aumento de peso. "Descubrimos que la falta de sueño estimula una señal que puede aumentar el aspecto hedonista de la ingesta de alimento, el placer y la satisfacción a través de la comida", según dijo la endocrinóloga de la Universidad de Chicago Erin Hanlon, una de las autoras del estudio. La falta de sueño, según la investigadora, "parece aumentar" el sistema endocannabinoide del cerebro -el mismo al que afecta el ingrediente activo de la marihuana- para incrementar el deseo de tomar alimento.

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La falta de sueño aumenta los niveles en sangre de una señal química que amplifica el gusto por la comida y, en particular, por los aperitivos dulces o salados con alto contenido en grasa, según un estudio publicado por la revista Sleep.
El trabajo, que incide en la relación entre dormir poco y el aumento de peso, fue realizado entre 14 voluntarios jóvenes y sanos, que privados de sueño no pudieron resistirse a galletas, caramelos o patatas fritas, comida a la que los científicos se refieren como aperitivos altamente "gratificantes".

Por cada cuatro horas de sueño perdido harían falta unas 70 calorías más. Los jóvenes cayeron en la tentación de ese tipo de aperitivos a pesar de que sólo dos horas antes habían ingerido una comida que cubría el 90% de sus necesidades calóricas diarias. 
El estudio señala que los efectos de la falta de sueño en el apetito eran más poderosos a última hora de la tarde y primera de la noche, momentos en los que picar entre horas se ha vinculado con el aumento de peso. "Descubrimos que la falta de sueño estimula una señal que puede aumentar el aspecto hedonista de la ingesta de alimento, el placer y la satisfacción a través de la comida", según dijo la endocrinóloga de la Universidad de Chicago Erin Hanlon, una de las autoras del estudio. La falta de sueño, según la investigadora, "parece aumentar" el sistema endocannabinoide del cerebro -el mismo al que afecta el ingrediente activo de la marihuana- para incrementar el deseo de tomar alimento. Cuando los voluntarios fueros privados de sueño, los niveles de endocabinnoides aumentó más y durante más tiempo a lo largo de la noche. Durante ese periodo, los jóvenes dijeron tener más hambre y un deseo más fuerte de comer. Y al tener acceso a pequeños aperitivos comieron el doble y con más grasa que cuando pudieron dormir durante ocho horas. El aumento de los niveles de endocannabinoides circulantes "podría ser el mecanismo por el cual la restricción recurrente de sueño acaba en una ingesta excesiva de alimento, especialmente en forma de snacks a pesar de que el aumento en la necesidad de energía fuera mínimo". 
Los expertos consideran -según un estudio- que cada hora extra de vigilia supone el uso de unas 17 calorías extra, recordó Hanlon en la nota. Así, por cada cuatro horas de sueño perdido harían falta unas 70 calorías más. Sin embargo, los voluntarios llegaron a consumir hasta 300 calorías extras, "lo cual puede causar un aumento significativo de peso". 

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