A aquellos como nosotros, que ya tenemos una edad, los fétidos zombies rechonchos del Left 4 Dead no son lo primero que nos viene a la cabeza cuando escuchamos la palabra “boomer”. Primero recordamos una de las marchas de chicles que triunfaron años atrás, cuando sólo éramos unos críos.
Los chicles Boomer contaban con una ventaja que los hacía bastante más populares entre los chavales: su precio. Si bien teníamos los Bubbaloo, rellenos de aquel sospechoso liquidillo de colores vivos, esto duplicaba su precio. La mayoría lo teníamos claro, compensaba invertir los mismos duros y llevarnos el doble de chicles Boomer.
Pero aparte del precio también existía otro factor de peso, y es que las mentes pensantes detrás de estos chicles no dudaron en mojarse y experimentar con todo tipo de sabores imaginables. Eso sí que era innovación, y no todas estas historias de usar pantallas táctiles para jugar. Algunos de estos sabores tuvieron una estupenda acogida, otros, no tanto, pero hay que destacar el mérito de arriesgarse y aportar cosas nuevas al mercado, y más en aquellos tiempos.
Así fue como sin llegar a quedar relegados a un segundo plano, los clásicos sabores de fresa o clorofila tuvieron que compartir los expositores de las tiendas del barrio con sabores más atrevidos, como fresa ácida, coco, refresco de cola, melocotón, clementina o incluso natillas de vainilla, entre otros.
Otro detalle que contribuyó a lanzar los chicles Boomer hacia lo más alto, fue su interesante formato “Kilométrico Boomer”. Se trataba de una cinta de chicle enrollado con una cajita redonda de plástico, de la que podíamos ir extendiendo y sacando cachos de chicle a mansalva. A menudo se te jodía la cinta y te quedabas con el chicle dentro, sobre todo si lo habías comprado de los chinos de la esquina y llevaba un tiempo seco. Por suerte no había problema en abrir el plástico.
Pero sin duda, uno de los detalles más carismáticos de la marca era su “mascota”. Se trataba de un señor vestido completamente de azul y con ropa ajustada, con las dos “OO” rosas del logotipo de Boomer como símbolo en el pecho. Tenía la capacidad de estirar sus miembros como si se tratara de los mismísimos Mister Fantástico o Plasticman, y protagonizó un buen número de anuncios de televisión. Un personaje que poco o nada tenía que envidiar a cualquier superhéroe japonés.
En los spots televisivos era común ver a esta suerte de superhombre tan poco hablador ayudando a un grupo de muchachos. Éstos, cuando no estaban siendo puteados por el malo de turno, eran víctimas de su propia estupidez. Algunos de los anuncios que más se emitieron fueron aquellos en los que en un alarde de ingenio, los chavales remaban con una piragua hacia el borde de una cascada, o echaban la tarde pasando por un puente maltrecho y jugándose la vida. En ambos casos se Super Boomer les terminaba salvando.
El caso es que por una o por otra, al final estos suicidas terminaban hinchándose a chicles Boomer por la patilla como si no hubiese un mañana.
Desgraciadamente, en los anuncios más recientes se terminó reemplazando al actor de turno por un modelo diseñado por ordenador. Por si fuera poco también empezó a hablar, terminando de matar en parte ese aire de misterio que te hacía preguntarte acerca de sus orígenes, su personalidad y cómo obtuvo sus superpoderes.
Pero esto no fue lo único que cambió, ni mucho menos. Los propios chicles Boomer fueron sufriendo diferentes transformaciones con el paso de los años. Supongo que recibirían serias presiones con el tema del azúcar, pero el caso es que fueron cambiando su formato y perdiendo su sabor, al tiempo que la mayoría de sabores iban desapareciendo de la faz de la Tierra.
Sabe Dios que los chicles Boomer perdían su intenso sabor con rapidez a los pocos minutos de empezar a mascarlos. Pero es algo a lo que uno estaba acostumbrado. Que nadie me niegue ahora que esos chicles tan cutres y minúsculos que comercializan hoy en día, todos ellos con forma de pastillitas y con una lista de componentes de varias líneas, no sufren del mismo defecto… Eso sí, todos recalcan bien grande en los envoltorios que son sin azúcar. Parece ser que un poco de azúcar es más perjudicial como toda la mierda que les echan.
Los chicles Boomer se fueron limitando, pasando a formatos más discretos y encareciéndose con la llegada del euro, como tantos otros productos, lo cual les terminó de fusilar.
Hace cosa de un par de años, la principal fábrica de chicles Boomer, ubicada en Zaragoza, cerraba sus puertas. Allí se producían también chicles Hubba Bubba y caramelos Solano, y más de 150 personas personas perdieron su empleo. De este modo los productos Boomer pasarían a manos de Wrigley, una subsidiaria de Mars.
En la actualidad los chicles Boomer se siguen comercializando, pero con un surtido de sabores muy limitado y tradicional. También sigue existiendo el famoso Kilométrico Boomer, que actualmente se conoce como Maxiroll Boomer, tal vez para evitar posibles quejas por publicidad engañosa (¿pero alguien iba a pensar que de ahí salía un kilómetro de chicle? Con lo que molaba el nombre…).
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